Unas
Caricias no tan chidas
MAEM
Lo
políticamente correcto siempre me ha parecido la mejor manera de hacer un
comentario culero e hiriente de una forma no tan culera e hiriente. Pero en
este caso me resigno, no puedo usar un lenguaje políticamente correcto para hablar
de la obra Caricias, dirigida por Gabriel Figueroa Pacheco, que no fue para
nada condescendiente con los ojos y oídos de sus espectadores. ¿Acaso los
actores y el director no se dieron cuenta de la calamidad que estaban llevando a
la escena?
Pues bien, Caricias llegó a Xalapa,
Veracruz, el 11 de noviembre del año pasado con el Festival Escénica
Contemporánea, y tuvo, gracias a que el acceso era gratuito, media sala a
llenar. ¿Cuántos quedamos al final? No sabría decirles, las entradas y salidas
al teatro parecían un lunes de frutas y verduras de cualquier súper en un país
tercermundista. Desde un inicio la obra se planteó no con diálogos sino con
gritos y más gritos. ¡Dios de bondad!, para entender la violencia también hay
que callar un poco, hermanos. Las escenas también cayeron en el lugar común de
los golpes y golpes, e insultos e insultos. Oigan pues, ¿qué no llevaron
actuación? ¿Sí saben que debe haber matices en la acción?
En fin, tres horas duró el martirio,
tal vez un poco más un poco menos, de las “historias” que intentaban “representar”
un cuadro de las diferentes manifestaciones que tiene la violencia, como sería
una mentira, una traición, que en mi opinión − y sé que muchas otras personas
de la Universidad pensaron lo mismo− no fueron más que acciones narrativas e
interpretativas tan planas como mis nalgas después de estar tantas horas
sentada. Si decides ver Caricias es porque te gustan los desnudos
injustificados, los gritos, los malos chistes y el trabajo de personas
irresponsables con una beca del FONCA.
Saludos
cordiales.
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