Querido Óscar,
Hoy en mi ciudad está lloviendo, porque,
tal vez, alguien en lo alto sabe que te has ido. Y me duele tanto, no me diste
tiempo de entender la noticia, tan sólo ayer te habían ingresado al hospital y
hoy, justo antes de la comida, me llegas con esto. Me quedé con el taco atorado
en la garganta, con la cara hinchada y los ojos chiquititos. Te voy a llorar, Óscar,
ni pedo. Te voy a llorar con toda la alegría y tristeza de mi infancia.
Un saludo afectuosa hasta entonces,
MAEM